lunes, 12 de noviembre de 2007

El tobogàn atrapador



El tobogán atrapador


RESULTA QUE el Tío Chiflete las llevó a las nenas a la plaza y se puso a jugar con ellas. Primero fueron al sube y baja, y las sentó a las nenas en un asiento y se subió él en el otro. Pero no podían subir y bajar, porque el Tío estaba un poco gordo y el sube y baja no se movía. Después fueron al arenero, pero una nena se puso a llorar porque el tío se había sentado arriba de su castillo y lo había aplastado todo. Después se subió a una hamaca, pero las nenas no lo podían hamacar, porque era una hamaca para nenes y no para gente grande.
Entonces fueron al tobogán. Y el tío se subió y se iba a largar, pero resulta que se quedó atrapado en la parte más alta. El tobogán era demasia­do angosto, y el tío demasiado ancho. No se podía mover ni para atrás, ni para adelante, ni para los costados. Enseguida la escalera del tobogán se llenó de nenes que no se podían largar porque el tío tapaba la bajada. Franca trató de ayudarlo pero no pudo porque había que hacer mucha fuerza. El Tío gritaba como loco:
- ¡Sáquenme de aquí!
Al escuchar sus gritos vinieron la mamá Peta y el Vecino Inventor. Al vecino se le ocurrió pasar una soga por arriba de una rama, atar un extremo de una soga al pantalón del tío, y entre todos tirar del otro.
Empezaron a hacer fuerza todos a la vez hasta que... ¡Zas!. La soga se aflojó de golpe y todos se cayeron sentados en la arena. Y de la soga colgaba algo... ¿el tío? No. El pantalón del tío. ¿Y el tío? El tío quedó en calzoncillos, tan atrapado como antes arriba del tobogán. Para colmo llevaba unos calzoncillos largos color verde loro, con grandes lunares naranjas, amarillos y rosas.
Al tío le dio mucha vergüenza y pidió por favor que inventaran otra cosa para sacarlo de allí.
Un señor dijo que podían conseguir unas palomas, y atarles con piolín una patita a un ojal del chaleco del tío. Cuando las palomas levantaran vuelo, iban a sacar al tío del tobogán.
Como idea estaba muy buena, pero sucedió que las palomas no tenían demasiada fuerza y no pudieron sacar al tío del tobogán. Hubo que desatar los piolines y limpiar al tío con un pañuelo, porque había quedado todo sucio de caca de paloma.
Entonces Lara, que estaba comiendo un pan con manteca, lo empezó a fregar contra el tobogán. Al ver eso, la mamá se dio cuenta que era una buena idea: enmantecar bien al tobogán y al tío, para que se deslizara. Una vecina trajo varios panes de manteca y lo repartió entre todos los que estaban mirando. Allí nomás se dedicaron a dejar todo bien enmantecado, hasta que... ¡listo!. Un empujoncito y el tío bajo rápidamente por el tobogán, cayendo encima de toda la gente. Quedaron enmantecados y enarenados, pero felices.
El tío prometió que nunca más se iba a subir al tobogán, y que iba a hacer régimen para adelgazar: verduritas y yogur descremado. Y sobre todo, nada de manteca.



fuente: http://www.netic.com.ar/cuentinf/frames.htm

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